domingo, 15 de noviembre de 2009

los extraños...

El desierto infernalmente frío se hacia a lo largo y a lo ancho. Pocos se proponían titilar pausadamente los ojos, ya pronto llegaba la hora de la partida, pero no todos disponían a irse.
Un motor, luego otro, y otro era la música cruel de fondo en medio de una noche apática que no regalaba algún tipo de bondad, muchos parecían saber que era lo que hacían allí, pero su actitud indicaba no saber un por que preciso.
Algunos caminaban, otros se preguntaban si faltaría poco o mucho para ese tedioso momento y otros acurrucados contra su lindera soledad., miraban el techo, forzaban no equivocarse.
Un fugaz silbido recorría el final del pasillo, pero nadie observaba desde donde este partía.
Angustias y ansias hacían un interminable instante. Secuencia fastidio, cuando todos esperan la noticia, y mas si algunos serian los que se arrepentirían de escucharla…
Unas ruedas estremecían los dientes, los extraños muertos de frío aguardan la llegada, pocos están acompañados, muchos están solos. Los acompañados no hablan con nadie, y los solos buscan de que hablar con su mente, con su alma.
Los murmullos son leves. Cuantos solos se ven de repente cuando uno esta solo…
Alguien no mira mas lejos de la noche, sube el cierre de su campera hasta el final de su cuello. Hace frío, al punto de ser mucho, una media estirada se cae y congela tobillos.
Solo un alguien escribe lo que ve. Una anciana no aguanta el sueño, y a pocos metros un niño ve pasar la madrugada, ¿será por primera vez?.
Muchos desean una cama sin dejar de mirar la resta vidas, uno mira detenidamente a la anciana, otro acaricia el rostro del niño, y otros dos fuman lejos de entre si.
Alguien duerme con un perro a su lado. Todos esperan la hora de la partida, o bien de la llegada, y no tienen más ganas…
Fría la madrugada de tan pocos gratos momentos, ya no bastan los suspiros, ya no basta imaginar como terminara el viaje, que aun ni acaba de empezar. El autobús se demora, la terminal se hace un infierno cuando tras el desgano de esperar.

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jueves, 5 de noviembre de 2009

El país enfrenta la peor sequía de los últimos cincuenta años



El capataz de la hacienda de Los Cauquenes, Mario Yayu, escupe de costado y el suelo reseco a sus pies, absorbe al instante el salivazo. “¿A quien se le ocurrió que Argentina es el granero del mundo?. Habrá sido hace tiempo porque en los últimos años hasta los cardos se mueren”, masculla, con la vista pérdida en el páramo sembrado con las osamentas de las reses que murieron de hambre o de sed. De las 900 cabezas de ganado con que contaba esa hacienda, de la provincia norteña de Chaco, sólo 40 aún resisten a la peor sequía que haya padecido la Argentina en los últimos cincuenta años.
Los indígenas que pueblan el Impenetrable, la región más pobre de Chaco, le preguntan al cura o a los ancianos, que pecado tan grande han cometido, para que Dios los castigue primero con el dengue, luego con el Mal de Chagas y ahora con este sol inclemente que los incinera. Jorge Capitanich, gobernador de la provincia, señala la que superficie sembrada de trigo se redujo de 40.000 a 10.000 hectáreas y la de girasol, de 300.000 a 60.000 hectáreas. “Sin ayuda del gobierno federal, estamos perdidos”, dice Capitanich.

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